El luto en los niños: cinco estrategias para afrontar el duelo en los más pequeños

Desde que les conocemos en el hospital, nos prometemos a nosotros mismos proteger a nuestros hijos de cualquier cosa que les pueda causar dolor. Es un pacto no escrito que se establece entre la madre, el padre y su recién nacido. Y así lo hacemos, intentamos evitar el sufrimiento de nuestros hijos porque parece que, de esa manera, les hacemos más felices.

Sabemos que no podemos hacer esto por completo, pero hacemos lo que podemos. Nos aseguramos de que se diviertan, evitamos que se lastimen y les decimos que no se preocupen: «todo estará bien». Aun así, la tragedia, la pérdida y el sufrimiento inevitablemente golpean el hogar. 

Podría ser la muerte de un pariente cercano o amigo. Tal vez hubo un incendio y perdiste tu hogar. Incluso podría ser su mascota que se ha ido a dormir para siempre. La cantidad de dolor, angustia e incertidumbre que sentimos a raíz de una pérdida, o la ansiedad que experimentamos cuando nos preparamos para despedirnos de un ser querido, es demasiado para cualquier ser humano. Así que, de cualquier manera, tenemos que prepararnos no sólo para afrontar nuestro dolor sino ayudar a nuestros niños a que procesen el suyo.

Aquí te voy a contar cinco consejos que puedes hacer para ayudar a tus niños a pasar el duelo.

  1. Ofréceles seguridad a través de los límites y las rutinas:

El mundo de un niño se trastoca por completo cuando ocurre una pérdida, así que intenta en la medida de lo posible, mantener su rutina para que tenga ese entorno de seguridad. Que siga con sus actividades extraescolares, le vendrá bien. Aunque instintivamente puedes pensar que si está pasando por un mal momento lo mejor sería darle su espacio, intenta no hacerlo, a menos que te pida lo contrario. En ese caso, hay que respetar su decisión. Pero recuerda, tú como madre eres quien estableces los límites. Si ves que no está reaccionando bien a las rutinas y los límites establecidos, habla con él/ella en un entorno sin prejuicio y ofrécele un poco más de flexibilidad.

2. Amor y atención

Yo creo en los principios de la disciplina positiva, que se basan en la psicología adleriana, en la que se manifiesta que todos los niños necesitan tener sentido de pertenencia dentro de su familia y sentirse importantes, tomados en cuenta. Así que podrás imaginar que si la persona que era su guía y referente ya no está, eso puede trastocar muchísimo a la niña/o. Probablemente empiece a cuestionarse cosas y le cueste adquirir la nueva dinámica familiar. El dolor claramente aumenta la necesidad de amor y atención, y en esos tiempos es necesario dedicar más tiempo MAC (mente, alma y cuerpo) 100% centrados en el niño/a. Hacer actividades que al peque le motiven y le gusten mucho. Hazlo de manera individual (en caso de que sean varios niños) y genera espacios para que puedan hablar y expresar sus emociones. Por supuesto, debemos respetar las necesidades del niño. Si quiere estar solo, permíteselo, pero hazle saber que tú estarás ahí para cuando lo necesite. Ten en cuenta que, si tú también estás triste, probablemente pases por alto las necesidades del niño/a, pero él/ella necesita ese amor tanto como tú. El duelo se vive mejor con amor.

3. No tengas expectativas

Hay tantos tipos de duelo como personas hay en el mundo. Algunos niños quizás les guste continuar yendo a fútbol, otros quizás empiecen a “retroceder” académicamente y muy probablemente otros quieran hablar de la muerte y hacer miles de preguntas. Sé flexible. Acompaña. Si pierde el apetito, no le obligues a comer. Si empieza a tener trastornos del sueño, empatiza con él/ella, quizás por un tiempo tengáis que dormir juntos. Ten en cuenta que aunque la compasión y la paciencia serán claves para esta etapa, es importante que si detectas alguna conducta agresiva o violenta, contactes con un profesional de inmediato

4. Sé ejemplo y libera de culpa

Cuando hablo de que seas ejemplo, no quiero decir que debas tener una actitud serena, tranquila y feliz, sino a que expreses tu dolor y modeles tus emociones para que tu niño/a también vea cómo hacerlo.

Si hablas de tu dolor, si lo expresas de una manera sensata, tu pequeño podrá motivarse a hacerlo también. Evita decir cosas como: “Me voy a morir de este dolor”, “Esto es demasiado fuerte para mí”, son frases que pueden causar verdadero pánico en los niños. Te sugiero decir “Ahora me siento muy triste”, “Recuerdo mucho a (el ser querido) hoy”.

De esta misma manera, hay muchos niños que mal interpretan el entorno y pueden llegar a sentirse culpables (esto también pasa cuando hay un divorcio). Informa a tu hijo/a que los sucesos que ocurren alrededor no son su culpa. Hazle saber que no es el causante de esa situación.

5. Funerales y rituales de despedida

Hay mucho debate sobre si los niños deben ir a funerales o no. Se entiende que queremos proteger a los niños del dolor y esto es una decisión muy personal. Mi opinión es que debemos valorarlo de manera individual. Si creemos que nuestro niño es capaz de gestionar y entender el concepto de la muerte y el dolor. No debemos subestimar la fuerza e inteligencia emocional de los niños. Es verdad que los funerales pueden ser dolorosos, pero también, depende de cómo se gestione, puede ser un momento de mucha unión familiar y una oportunidad para despedirnos y recordar de una manera bonita a ese ser querido. Es muy importante recalcar que si el niño no quiere ir al funeral, no le obligues, pero tampoco se lo niegues si quiere participar de ello.

¿Qué dicen los expertos?

Para Milena Gonzalez, psicóloga, educadora de Disciplina Positiva, experta en la gestión emocional de la infancia y madre de tres niños, nos cuenta:

“Este es uno de los temas que más inquietan a las madres y padres con los que he trabajado. ¿Debo hablarle de la muerte a mi hijo? más aun, llegado el caso ¿debo llevarlo al tanatorio? ¿está preparado para ello? A nivel personal y profesional abogo más por la participación de nuestros hijos en el ritual de despedida incluyendo ir al funeral. He trabajado con familias cuyos padres en medio del dolor y la confusión del momento y por supuesto buscando de acuerdo con sus argumentos “lo mejor para sus hijos”, decidieron que lo mejor era que sus hijos no asistieran al tanatorio, de hecho en algunos casos ni siquiera les mencionaron que ese ser tan querido había fallecido por lo que los niños en estos casos no solo no participaron en el ritual de despedida sino que la ausencia y aquellas visitas que ya no existían les fueron contando que la persona amada ya no estaba en medio nuestro y que se había ido para siempre. ¿Fueron malos padres y madres? No, de ninguna manera. Nuestra cultura no nos ha enseñado a despedirnos, está censurado sentir dolor, llorar, enfadarse, cuestionar. Hemos crecido siendo analfabetos emocionales, aprendimos a sumar y a restar, pero en lo que al mundo emocional se refiere, es una asignatura que muchos tenemos pendiente y en el peor de los casos, ya muchos hemos suspendido. La educación emocional la hemos llevado al ámbito del “buenismo” y la “debilidad” y a la vez transmitimos esta misma creencia a nuestros hijos.

La Dra. Milena aboga por un ritual de despedida en el que participen nuestros hijos, porque sencillamente no se imagina cómo sería no despedirse de alguien que fue importante en la vida, decirle adiós, cerrar esa Gestalt (proceso) y aprender a aceptar que aunque duele, c’est la vie.

Además, la madre y psicóloga nos comenta tres razones por las que ella considera que los niños deben participar en la despedida:

  • Ellos ya tienen (aunque quizá muy concreto si es menor de 6 o 7 años), un concepto sobre la muerte. Recordemos que la tele es un medio que acerca muchas realidades del día a día a nuestros hijos. Gusanitos y hormigas que mueren, una mascota que también nos dejó o un amiguito que perdió a un ser querido.
  • El ritual del tanatorio hace parte del ciclo del duelo. Por supuesto los niños necesitarán una preparación previa que de acuerdo con su edad se hará de una forma u otra.
  • El objetivo principal de todo ser humano es sentirse tenido en cuenta, sentir que pertenece. Por tanto, incluirlo porque él o ella quieren ir al tanatorio hacer parte de este punto. Pareciera que los niños que no han tenido la oportunidad de despedirse de sus seres querid lo llevan aparentemente bien, no obstante, unos años más tarde sobre todo en la época de la adolescencia empiezan a cuestionar este asunto y a manifestar más abiertamente su dolor porque esa Gestalt no se cerró y lo expresan con actitudes ahora incompresibles para sus familias.

Para terminar, no quiero dejar de mencionar que no hay emociones malas ni buenas. Las emociones son eso, emociones y nos acompañan durante toda nuestra vida. La tristeza puede hacernos más creativos e inspiradores, también estos momentos nos recuerdan lo que realmente importa en la vida. Con estas estrategias, espero poder aportarte valor en medio de una circunstancia que nadie quiere pasar, pero que en algún momento nos toca directa o indirectamente. Centrémonos en los niños y ayudemos. No será fácil pero recuerda que tu hijo/a volverá a reír y recordará que en ese momento se sintió acompañado y comprendido.

¡Te mando un abrazo muy fuerte!

Tati

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