Hay algo fundamental y es que los seres humanos somos producto de lo que nos han inculcado, de los valores, principios, costumbres, tradiciones… en fin, del contexto en el que cual hemos sido criados y esas guías que nos ayudan a tomar decisiones. Todo esto forma parte de nuestra cultura y eso es lo que enseñamos a nuestros hijos.
Pero, ¿qué pasa cuando creces con ciertas costumbres y entorno y de repente le das un giro de 180 grados al contexto en el que te mueves? ¿cómo cambia eso tu forma de tomar decisiones? Y más allá, ¿cómo educas a tu hijo? ¿Según lo que aprendiste o según lo que te brinda el nuevo lugar en el que te desenvuelves?
Yo nací en Venezuela y desde hace 7 años vivo en España, y en este país he sido madre. Mucha gente me dice cosas como “supongo a Mateo le encanta la arepa…”, suponiendo que en casa mantenemos a rajatabla el cumplimiento de las tradiciones venezolanas. El hecho es que no es así.
Yendo un poco más atrás en la historia, mi padre también fue emigrante, pero al revés. Él salió de España y se fue a Venezuela. Y allí, la verdad es que él se sentía bastante español, pero también bastante venezolano, y así nos lo transmitió a todos sus hijos. Y con esto me refiero a que muchas veces desayuné gofio canario pero otras tantas me comía una arepa o una empanada.
En el equilibrio está la virtud, sin embargo, esto es sumamente difícil. Te comparto cuál ha sido nuestra experiencia y qué cosas hemos tomado en cuenta para educar a Mateo en medio de dos culturas:
- Amar la tierra: lo primero que tenemos clarísimo es que amamos este país y tenemos un profundo sentido de pertenencia y honra hacia este lugar. Para nosotros, España no es el lugar donde hemos venido para huir de ninguna crisis, es nuestra casa, así como lo fue Venezuela para nuestros padres.
- No olvidar de dónde venimos sin perder de vista dónde estamos: con esto quiero decir que es necesario que recordemos a nuestros hijos (y a nosotros mismos) que estamos aquí porque hemos venido de un lugar (sea el que sea) que nos ha enseñado y nos ha traído hasta donde estamos ahora. Esto significa que hay que recordar, sí, pero no vivir en el pasado.
- Tener la mente abierta: y esto es, saber que probablemente vas a incorporar nuevos hábitos, nuevas comidas, nuevas tradiciones e incluso una nueva forma de hablar. El hecho de que lo hagas no te hace menos patriota, al revés, muestra tu capacidad de adaptación y ganas por afrontar nuevos retos.
- Enseñar a los niños lo valioso que es la diversidad: hace poco me decían que no son las cosas que tenemos en común lo que nos une, sino la diversidad. Diversidad de criterio, de puntos de vista. La diversidad es un regalo que como padres tenemos que valorar y expandir.
- No limitar a los niños: no pasa nada si mi hijo habla y se expresa como se hace en los países donde están viviendo. Al final, la idea es que se sienta cómodo e integrado. Muchas veces he oído de padres que “obligan” a sus hijos a no perder su acento… el acento no determina nuestra identidad, esto es algo mucho más profundo que la manera de hablar, la música que oyes o la gente de su entorno.
- Identificarse e incorporar las tradiciones locales: para nosotros, el día del padre es el 19 de marzo y el de la madre, el primer domingo de mayo, también comemos roscón de reyes el 6 de enero y preparamos cocido madrileño el 2 de mayo. No pasa nada. Cuando aprendemos a valorar lo que tenemos y ser agradecidos, entonces ya no importa tanto que las películas estén dobladas al español o que el menú de mediodía tenga primero, segundo y postre (o café jaja).
En casa celebramos y disfrutamos la cultura española, pero eso no quita que podamos escuchar unas gaitas maracuchas en Navidad o desayunar una buena arepa con queso y aguacate cualquier fin de semana. No hace falta que nos pongamos la pegatina en la frente (o en la camiseta, el coche, o en la gorra) de que somos venezolanos, no necesitamos expresar eso a los cuatro vientos, sin embargo, sí que nos gusta decir: gracias España por abrirnos las puertas, estaremos siempre agradecidos de que seas nuestro hogar y el de nuestros hijos.
¿Y vosotros? ¿Cómo vivís la crianza multicultural de vuestros hijos?
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